viernes, 21 de octubre de 2011

Deporte motor: ¿Entre el show y la ruleta rusa?

Una de las imágenes que más me impresionó en la infancia dentro de lo que la historia y los monumentos del pasado nos permiten vislumbrar es el Coliseo Romano. Cuando lo visité en los ´90 no podía dejar de recordar una frase: “Al romano pan y circo”.

Amando desde pequeño el deporte motor asistí a demasiadas muertes entre pilotos, espectadores y asistentes. También la calle nos devuelve cotidianamente una triste realidad: el morbo y la curiosidad sobrevolando cualquier situación de desastre. No hace falta ni siquiera aclarar las razones por las que los accidentes en las carreras de autos son más atractivos para algunos que la competición en si misma, al punto de repetirse más que cualquier maniobra de excelencia conductiva.

Esa extraña mezcla de pasión por las competencias deportivas, búsqueda de entretenimiento bajo la forma de “Show”, e incontenible atracción por las imágenes de catástrofes han derivado en un automovilismo deportivo extraño: No importa en realidad que gane el mejor, sino lograr imágenes imponentes. El costo aceptable parece incluso llegar a la esencia misma de una competencia deportiva.

¿Alguien se imagina a un atleta de salto en alto cargando pesas para limitar su salto por ser el mejor? ¿O a un corredor de 100 metros largando más atrás del resto pues es más veloz? ¿O a un boxeador campeón con un brazo atado a sus espaldas? Pues esto y otras aberraciones equivalentes son aceptadas en los reglamentos de diversas categorías para “beneficiar el espectáculo” en pos de incrementar la incertidumbre impidiendo que gane el mejor… y así de paso engordar la facturación.

Medidas bajo el paraguas de “beneficiar el deporte motor” son en realidad motivadas por la búsqueda del beneficio económico sin que el deportista y sus virtudes importen realmente a la hora de la verdad.

Una verdad que además nos recuerda cada tanto con una muerte que se trata de “un deporte de riesgo”, practicado por profesionales que “saben lo que están haciendo”.

Bajo estas condiciones se corre muchas veces en espacios no aptos para ello pero convenientes eco-políticamente… mientras se titula como “fatalidad” cualquier muerte ocasionada en situaciones evitables. “Si se puede evitar no es un accidente” rezan las campañas de prevención… mientras pareciera que lo que no se puede evitar es la agonía de la esencia del deporte en pos del show.

El fenómeno es mundial y los ingredientes comunes con apenas matices: escenarios con condiciones inadecuadas de seguridad, pilotos con poca experiencia y mucha billetera, algunas categorías con autos peligrosos bajo determinadas condiciones… y pilotos “profesionales” que simplemente van a donde les dicen y hacen lo que les ordenan, carentes al parecer de un mínimo espíritu de grupo.

“Habrá más muertes” se escucha decir a algunos mientras decenas de miles de asistentes a un óvalo devoran hamburguesas mientras un pelotón de autos viaja a 400km por hora en busca de un destino trágico. ¿Hasta cuando?

“Callejeros en el corazón de las ciudades” en lugar de competencias en autódromos que para mejorar su infraestructura deberían tener mayor utilización y rentabilidad. ¿Hasta cuando?

Pilotos subiendo a sus autos refunfuñando a veces en condiciones claras de inseguridad, rodeados de colegas peligrosos por sus actitudes “sin límites” con licencias que deberían haber sido revocadas mucho tiempo atrás. ¿Hasta cuando?

Nunca tuve como ahora la sensación de estar asistiendo a una especie de juego de la ruleta rusa: todos saben que cosas pueden salir mal mientras suplican internamente que no les pase a ellos. Jamás comprenderé la atracción que sienten por ponerse el arma cargada en la sien… doblando apuestas en las que va la vida.

Luis A. Buccino

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