jueves, 10 de noviembre de 2011

La culpa no es del chancho

La culpa no es del chancho… sino del que le da de comer.

Vieja frase si las hay, de profunda raigambre en un país como el nuestro.

Durante años he escuchado los análisis post-carrera de las actitudes de pilotos, así como visto la cada vez menor penalización de actos “faltos de códigos”… tantas cosas están mal y permanecen así, que no puedo menos que pensar en quienes alimentan estas conductas.

Desde que la sociedad se ha organizado como tal, existen instituciones diversas en función de mantener el orden y la equidad.

Dentro de las instituciones, existen además reglas escritas y tácitas. Muchas veces las reglas no escritas tienen más peso que las otras en el mundo real. Son lo que la gente denomina “códigos”. Muchas veces sustento de la esencia de las cosas.

En el automovilismo deportivo actual de la República Argentina, cada vez se ven menos códigos, más conductas irracionales, criterios opuestos para las mismas cosas, y resultados en la práctica que a muy pocos aficionados agradan. ¿Entonces, por qué?

¿Por qué pilotos cada vez más jóvenes habilitados en estado de inmadurez psicológica para ascender a categorías mayores? Respuesta muy obvia: porque los reglamentos lo permiten, quienes otorgan las licencias lo avalan, y consiguen además patrocinios para solventar su actividad. Adicionalmente, son mucho más “baratos” para un equipo que un profesional de categoría.

¿Por qué ante conductas agresivas recurrentes y manifiestas, ciertos pilotos permanecen en categorías a las que jamás debían haber llegado? ¿Por qué las sanciones son risibles, cuando las consecuencias de estos actos podrían ser mortales en determinadas condiciones?

¿Por qué se demoran en excluir pilotos luego de actos salvajes? ¿Será para que los sponsors vean sus publicidades hasta la última vuelta? ¿Por qué no los bajan de los autos por largas temporadas? ¿Será bajo el mismo paraguas?

¿Por qué se mantiene en categorías TOP a pilotos de conductas UNDER? ¿Porque muchos sponsors aplican el criterio, “no importa lo que digan, lo importante es que se muestre la publicidad todas las veces posibles en cuanta repetición de salvajadas se pueda”?

Nobleza obliga: conozco personalmente a un importante sponsor que solo apoya “caballeros” con códigos. Es muy usual ver simultáneamente a tres de sus patrocinados entre los diez primeros de cualquier final del TC. ¿Casualidad? No. Los pilotos-hombres con códigos son mejores, permanecen y se destacan a largo plazo por sobre los irresponsables.

¿Entonces por qué mantener el apoyo a quienes muestran conductas rayanas con lo criminal? Y aclaro: una cosa es el error por impericia, y otra muy diferente el acto de imprudencia agresiva con falta de respeto por los otros.

¿Por qué no se retira a estos pilotos por largas temporadas de las pistas? ¿Hay que pensar solamente en razones económicas? Porque realmente, ante determinadas conductas sistemáticas, solo cabe pensar que los dirigentes hacen caso omiso de los deseos de pilotos y espectadores de ver carreras limpias y peleadas… para dar la diestra a razones muy alejadas de la esencia del deporte.

Me parece que cuando los aspectos técnicos de una disciplina como esta alcanzan niveles de paridad y perfección como los actuales, volver a la esencia de la calidad del piloto, comenzando por la humana y siguiendo por la destreza, es casi lo único que puede asegurar la permanencia del “todopoderoso” espectador.

Todo lo que estamos viendo, todas las conductas indeseables y sostenidas, no son culpa del chancho, sino del que le da de comer… y me temo, que esto excede a los circunstanciales dirigentes, y alcanza… a los que “pagan” la comida. Me imagino un escenario en donde “se pusiese a dieta” a los irresponsables. Medida que imagino como única capaz de “ponerlos en línea”.

Lamentablemente, la auto-regulación rara vez funciona salvo como excepción que confirma la regla. Pedir actos de nobleza a quienes se introducen en un área solo por interés económico-estratégico, carece esencialmente de sustento lógico. Si no son los dirigentes, teóricamente elegidos por sus pares, quienes pongan las cosas en orden… difícilmente se pueda llegar a buen puerto.

Si se escuchan detenidamente luego de las carreras los testimonios de quienes –habiendo participado- analizan luego actos de inconducta deportiva, se llega casi inevitablemente a la conclusión de que “ante el juicio de los pares”, hay pilotos que no son tan penalizados como se debería.

El problema en parte, es que “el juicio por los pares”, no se aplica en la actualidad. En lugar de un tribunal de sanciones conformado por grandes campeones fuera de toda sospecha, hay dirigentes-engranajes circunstanciales haciendo equilibrio entre fuerzas en pugna. La esencia del deporte no es en mi opinión una de ellas, o al menos la mayor como debería.

Luis A. Buccino

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