jueves, 24 de noviembre de 2011

Los días posteriores a un naufragio.

Luego de las grandes catástrofes de mi vida, comencé a visualizar los momentos posteriores como los que pueden vivirse durante un violento naufragio en las costas de una isla desierta.

En el caos del desastre emergen lo mejor y lo peor de las personas. Su heroísmo, su egoísmo… el dolor y el “sálvese quien pueda”.

A la mañana siguiente solo cabe enterrar a los muertos, sobreponerse al dolor y comenzar a recorrer la playa buscando todo aquello que sirva para recomenzar de inmediato la tarea de supervivencia.

Pero no todo se olvida. Los recuerdos de las actitudes personales en cada situación quedan para siempre. Las valoraciones emergentes de las actitudes sin enmascarar han dejado al descubierto lo que muchos ocultaban: su nobleza de espíritu o su indignidad más absoluta. ¿Vale el justificativo de la situación límite una vez que está fuera de control?... ya no importa. Cada quien sabe si camina por la playa junto a un inmoral asesino o espalda contra espalda con un compañero por el que daría su vida.

Las catástrofes pasan… la esencia del hombre es levantarse y caminar mientras pueda sostenerse en pie. La memoria y el conocimiento quedan. Las conveniencias circunstanciales de unos y otros son solo eso: circunstanciales. La mirada interior que se tiene del otro no cambia… un asesino por acción u omisión lo será para siempre.

No se muy bien por qué, durante estos días no puedo dejar de pensar en ello.

Luis A. Buccino

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