jueves, 26 de abril de 2012

Lo que como automovilista espero de “nuestra” YPF y el Gobierno: Respeto por el usuario automotor.


Como ciudadano de la Argentina, y además dependiendo de manera vital del uso constante de un auto durante toda mi vida por limitaciones de índole física, he tenido desde los ´70 la mirada puesta en el costo, rendimiento y calidad de los combustibles.
Lo primero que se destacó siempre en nuestro país, es que es de los que mayor carga impositiva pone sobre los combustibles… y sobre toda la actividad económica en general. Podría afirmarse que se carga de manera impiadosa sobre aquello que debe utilizarse de manera ineludible. En el caso de los combustibles, aproximadamente el 70% del precio que pagamos es impuestos. El otro 30 es repartido entre el costo real en planta, ganancias de las petroleras y un magro porcentaje que va a parar a la estación que lo vende en el surtidor. El automovilista es entonces quien lleva toda la carga impositiva sobre sus hombros, cosa que también sucede en nuestro país con el abusivo importe de las patentes de automotores… harina de otro costal.

He llevado durante toda la vida tablas de rendimiento por litro de todas las marcas y variantes de combustibles, y en el 2009 luego de un estudio detallado adquirí un vehículo Diesel que pudiese utilizar tanto el EURO 2 como el EURO 3. El primero es el más económico, menos refinado, y con mayor contenido graso que el EURO 3. Este último es de uso obligatorio en los más modernos y tecnológicos motores, generalmente en vehículos de mayor gama. Cabe mencionar que los autos diseñados para el tipo 2 pueden utilizar el tipo 3 (no a la inversa), pero a largo plazo si bien puede medirse mejora del rendimiento por km recorrido, el menor nivel graso aumenta el desgaste del motor. Pensando a largo plazo en el costo total, usar el tipo 3 teniendo un auto diseñado para tipo 2, es no solo más caro de bolsillo, sino que acorta la vida útil del motor.
Teniendo estas variables en cuenta, y luego de analizar rendimientos y calidades en el mercado, decidí a fin del 2009 utilizar el YPF Ultra Diesel, es decir del tipo EURO 2. De vez en cuando mezclaba con EURO 3, incluso de otras marcas, sobre todo en ruta y para mejorar la combustión. Mi uso de EURO 3 era voluntario y menor a un 10% del total. Así las cosas, y mientras los combustibles no paraban de aumentar los precios, a mediados del 2011 las cosas cambiaron drásticamente. Dejó de conseguirse el más económico EURO 2, para vernos obligados a adquirir a precios exorbitantes el EURO 3. Así de simple. Aún buscando mucho, el 70 % de las compras era forzada a EURO 3. Esto se ha mantenido así hasta el momento, y según por qué provincia se transitase, las cosas eran peores: Desabastecimiento por momentos prolongados, y desaparición forzosa de las versiones económicas.

Cuando se anunciaba días atrás el “recupero” de YPF y se explicaba como la empresa había atendido solo las ventas de combustibles de alto valor como las Aeronaftas, obligando a importar las de menor calidad para abastecer el mercado local, parte de este fenómeno fue “blanqueado” con mucha claridad para quienes seguimos este proceso durante un año. La desaparición del tipo EURO 2 en Diesel y también en naftas fue un fenómeno por todos conocido, pero por nadie atendido. Se importaba menor cantidad de lo necesario, y los que pagamos el pato, como siempre, hemos sido los automovilistas. Agachar la cabeza, comprar lo que nos quieren vender, y sin capacidad de protestar ante nadie por tener que pagar de prepo algo más caro que lo requerido. Peor aún, se anunciaba que en junio de este año, el Tipo EURO 2 no se vendería más en las estaciones de servicio para su uso en automóviles. Solo se reservaría este combustible para las empresas de transporte.

¿Qué pretendo de una YPF primero “reventada” y ahora “recuperada”? Muy sencillo: que se produzca y venda lo que la gente necesita, y que no se proceda mediante el prepo, comercializando localmente solo lo que conviene bajo el paraguas de la rentabilidad máxima para el consumo en nuestro territorio. Que con lo que sobre exporten al precio que quieran, pero que el precio del litro en nuestro país no sea un impedimento para transitar y llegar a donde las necesidades lo marcan.

Obviamente que hay otras cosas para hacer, como la baja de la componente impositiva, y la ya eterna queja de los estacioneros que no pueden sostenerse con los porcentajes que obtienen.

Como automovilista, cabe agregar que no solo espero del Gobierno políticas responsables y una administración de YPF llevada a cabo por profesionales con experiencia acreditada. Espero que se hagan cumplir las leyes y los piquetes sean erradicados para siempre. Esa herramienta ilegal para obtener lo que a cualquier grupo se le antoja, nos retiene durante miles de horas anuales, derrochando combustible mientras esperamos movernos –con suerte-  a paso de hombre, y viendo como el dinero nos es quitado de las manos –y del tanque de combustible- mediante una táctica que por el supuesto bien de unos pocos, altera la vida y viola los derechos de cientos de miles. Nadie parece calcular lo que nos cuesta a todos, e incluso al estado por el desperdicio de combustibles quemados durante millones de horas/año de cientos y cientos de miles de vehículos atrapados en piquetes. Sin piquetes, la balanza comercial hubiese sido mucho más positiva que lo que es. Tal vez esa mirada movilice un cambio.

Finalmente, y hablando de respeto, su completa falta es lo que me viene a la mente en cada peaje. Tenemos los peajes más caros del mundo en proporción a los km recorridos, se aplican de manera discrecional, se violan las normas que deberían aplicarse para modificar los valores… y no todas las concesiones muestran el estado que deberían, o al menos en tiempo y forma.

Como automovilista, no dejo de pensar en el antiguo juego de la perinola: para nosotros, siempre sale “Todos pagan”. Somos el bolsillo más a mano y con menor capacidad de respuesta frente a los abusos. Si se suma a ello la inseguridad endémica en nuestro país, no creo equivocarme si digo que somos la franja de la población más expuesta, abusada y desprotegida.

  

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